martes, 5 de junio de 2012

Escritura y Seriedad

Este ha sido un problema que me ha aquejado a lo largo de toda mi vida profesional. Al parecer la carrera ha matado toda creatividad e ingenio que quedaban en mí. No puedo escribir nada de carácter serio sin dejar de descuidar mi pluma sólo para estar al pendiente de cosas como el aparato crítico o el nivel del lenguaje. Yo creo que eso está muy mal. La seriedad de un escrito no radica en la forma en que está escrito, (al parecer si no se ve muy técnico y aburrido la gente no lo toma en serio), la seriedad debería radicar en la severidad del tema. 

Yo digo que si uno bromea mientras expone y el locutor no puede entender el quid de la cuestión, aquí, lo que tenemos en un grave caso de falta de atención o retención. ¿Es acaso mi culpa? ¿Puede culpárseme cada vez que expongo y comienzo a bromear, que el profesor que me evalúa en turno no pueda reírse y al mismo tiempo no perder la atención en los temas de los que estoy hablando? Si sí se me puede culpar ¿Qué debería hacer entonces? ¿matar mi sentido del humor o tratar su TDAH (Trastorno de déficit de atención e hiperactividad)? 

 ¿No debería ser mi lector capaz de retener el punto central del texto a pesar de la forma en que se le presente éste? Lo bueno es que a pesar que la carrera misma haya matado la incipiente pluma que estaba forjándose desde adolescente, no a matado mi oralidad. En las ponencias y las clases todavía puedo tener alguna que otra ocurrencia que puede clarificar los temas. Uno no debe tener el menor empacho para hablar de sexo o de cualquier tema frívolo si este viene al caso y además puede ayudar a clarificar los problemas tan GRAVES que aquejan a la disciplina filosófica (Digo si ya estamos hablando de furores y éxtasis, de una buena vez deberíamos hablar de orgasmos, ¿por qué no? O si ya estamos hablando de estereotipos y discursividades disidentes ¿Por qué no empezar a hablar de porno?).

La filosofía es la única disciplina que conozco que puede tomar conceptos tan sanos como «juego» o «fiesta» y arruinarlos con una carga teórica pesada que pueda hacer que la gente se espante de hacer alguna de ambas actividades (qué bueno que no tenemos «sexo» como concepto aun). Debería llamársenos en todo caso: Los filósofos o, para los no tan cuates, los Aguafiestas. 

Creo que todo radica en la dificultad que tiene el filósofo para que se le tome en serio, al parecer piensa que  su virilidad está en juego cada vez que habla con alguien y no puede hacer notar lo importante y difícil que son las cosas que trabaja. ¿Cree en verdad el filósofo que así se le tomará en serio?  La gente ve que hablamos de cosas elevadas y piensa que somos loquitos que nunca aterrizan nada. ¡Gracias rigor filosófico! Ahora no sólo no nos toman en serio, se aburren de oírnos. Si alguna vez la Filosofía tuvo un mensaje importante que dar, habló de tal manera y aburrió tanto a su público que el mensaje nunca fue recibido. 

Los filósofos queremos a la humanidad ¿pero es que, acaso, si quieres a alguien lo matas de aburrimiento? (Ok, creo que la profe de historia de la secu entonces nos tenía mucho cariño). Naturalmente esto nunca fue así, Platón y su Sócrates siempre tuvieron el sentido del humor de su lado (a diferencia de Aristóteles, supongo que fue ahí donde comenzó el problema, qué mal que haya comenzado tan pronto). 

En todo caso, supongo que debo trabajar para recuperar el ingenio perdido, tal vez, si sigo practicando, pierda esa seriedad tan aburrida y pueda conseguir entretener a mi lector y la vez darle un punto. Una doble meta que parece más difícil que sólo trabajar una parte de ella (por ejemplo, sólo darle un punto al lector). Creo que si llego a hacerlo, sería muy beneficioso, sobre todo para mí, porque leer trabajos serios es aburrido, pero, créanme, escribirlos lo es mucho más. 




3 comentarios:

  1. Suena chistoso que creas que la 'seriedad debería radicar en la severidad del tema'. Si esto fuera así, entonces la seriedad al tratar un tema sería independiente de la persona que lo trata, cosa muy extraña; además, diríamos que el trabajo de una persona que trata el concepto de verdad es muy serio aunque lo aborde a partir de la composición de música pop, todavía más raro.

    Me parece más apropiado, y creo que en esto no estamos de acuerdo, decir que la seriedad depende de cómo abordamos un tema. Sin embargo, esto no significa que para ser serio uno debe evitar hacer bromas. La seriedad en este sentido puede radicar en la claridad y en un profundo compromiso por decir algo verdadero (o por lo menos con sentido).

    Gerardo Ciepielewski

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  2. Estoy de acuerdo en lo que dices, pero disiento completamente en el principio, un tema puede ser muy severo independientemente de quién lo trate. Yo no creo que un cantante de pop le reste seriedad al tema del aborto o la discriminación racial sólo porque hace canciones del tipo «chica embarazada» de Gloria Trevi o «Se quiere, se mata» de Shakira, todo lo contrario, cualquiera que ponga atención en amabas letras vera una crítica de la sociedad –en la segunda– y un acercamiento de la experiencia del embarazo juvenil –en la primera–. Un comediante hace lo mismo al jugar con los límites del discurso y los estereotipos. Un chiste de estereotipos lo único que te muestra son los prejuicios o las contradicciones en los discursos dominantes de cada cultura. Ahora si tu crítica va a una especie de creencia en temas «esencialemente severos», bueno, yo no creo en la existencia de algo así. Lo que sí creo es que en determinados momentos y en determinadas personas los temas cobran cierto peso y cierto significado, y ese peso cae no importa quién lo diga (probemos con un chiste antisemita después del Holocausto en Alemania, o una canción del tema judío o un comercial, una propaganda, la plática de dos niños.) No pensar en la seriedad inherente en estos casos a cada tema creo que es algo muy irresponsable por parte de la propia comunidad.
    Creo que no captas el objeto de mi crítica, yo no estoy en contra de la sobriedad, estoy en contra de la «Seriedad abrumadora academicista» (que explica la grave falta de creatividad dentro de nuestro colegio, obviamente hablo por las escuelas dominantes. Los trabajos al parecer se inscriben en corrientes y toman ciertas formas extríncecas que coartan el propio contenido del trabajo de los alumnos). Esa es la caricatura que dibujo, una caricatura de la jerigonza con que se adornan los «profesionales de la filosofía».
    En todo caso, creo que estamos de acuerdo en lo último sobre la claridad y el sentido.

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