miércoles, 23 de noviembre de 2011

Comentario al 22 de noviembre de Roberto Bolaño


22 de noviembre:

Desperté en casa de Catalina O’Hara. Mientras desayunaba, muy temprano (María no estaba, el resto de la casa dormía), con Catalina y su hijito Davy, a quien tenía que llevar a la guardería, recordé que la noche anterior, cuando ya sólo quedábamos unos pocos, Ernesto San Epifanio dijo que existía literatura heterosexual, homosexual y bisexual. Las novelas, generalmente, eran heterosexuales, la poesía, en cambio, era absolutamente homosexual, los cuentos, deduzco, eran bisexuales, aunque esto no lo dijo.

Dentro del inmenso océano de la poesía distinguía varias corrientes: maricones, maricas, mariquitas, locas, bujarrones, mariposas, ninfos y filenos. Las dos corrientes mayores, sin embargo, eran las de los maricones y la de los maricas. Walt Whitman, por ejemplo, era un poeta maricón. Pablo Neruda, un poeta marica. William Blake era maricón, sin asomo de duda, y Octavio Paz marica. Borges era fileno, es decir de improviso podía ser maricón y de improviso simplemente asexual. Rubén Darío era una loca, de hecho la reina y el paradigma de las locas.

–En nuestra lengua, claro está –aclaró–; en el mundo ancho y ajeno el paradigma sigue siendo Verlaine el Generoso.

Una loca, según San Epifanio, estaba más cerca del manicomio florido y de las alucinaciones en carne viva mientras que los maricones y los maricas vagaban sincopadamente de la Ética a la Estética y viceversa. Cernuda, el querido Cernuda, era un ninfo y en ocasiones de gran amargura un poeta maricón, mientras que Guillén, Aleixandre y Alberti podían ser considerados mariquita, bujarrón y marica, respectivamente. Los poetas tipo Carlos Pellicer eran, por regla general, bujarrones, mientras que poetas como Tablada, Novo, Renato Leduc eran mariquitas. De hecho la poesía mexicana carecía de poetas maricones, aunque algún optimista pudiera pensar que allí estaba López Velarde o Efraín Huerta. Maricas, en cambio, abundaban, desde el matón (aunque por un segundo yo escuché mafioso) Díaz Mirón hasta el conspicuo Homero Aridjis. Debíamos remontarnos a Amado Nervo (silbidos) para hallar a un poeta de verdad, es decir a un poeta maricón, y no a un fileno como el ahora famoso y reivindicado potosino Manuel José Othón, un pesado donde los haya. Y hablando de pesados: mariposa era Manuel Acuña y ninfo de los bosques de Grecia José Joaquín Pesado, perennes padrotes de cierta lírica mexicana.

–¿Y Efrén Rebolledo? –pregunté yo.

–Un marica menorcísimo. Su única virtud es la de ser si no el único, el primer poeta mexicano que publicó un libro en Tokio, Rimas japonesas, 1909. Era diplomático, por supuesto.

El panorama poético, después de todo, era básicamente la lucha (subterránea), el resultado de la pugna entre poetas maricones y poetas maricas por hacerse con la palabra. Los mariquitas, según San Epifanio, eran poetas maricones en su sangre que por debilidad o comodidad convivían y acataban –aunque no siempre– los parámetros estéticos y vitales de los maricas. En España, en Francia y en Italia los poetas maricas han sido legión, decía, al contrario de lo que podría pensar un lector no excesivamente atento. Lo que sucedía era que un poeta maricón como Leopardi, por ejemplo, reconstruye de alguna manera a los maricas como Ungaretti, Montale y Quasimodo, el trío de la muerte.

–De igual modo Pasolini repinta a la mariquería italiana actual, véase el caso del pobre Sanguinetti (con Pavese no me meto, era una loca triste, ejemplar único de su especie, o con Dino Campana, que come en mesa aparte, la mesa de las locas terminales). Para no hablar de Francia, gran lengua de fagocitadores, en donde cien poetas maricones, desde Villon hasta nuestra admirada Sophie Podolski cobijaron, cobijan y cobijarán con la sangre de sus tetas a diez mil poetas maricas con su corte de filenos, ninfos, bujarrones y mariposas, excelsos directores de revistas literarias, grandes traductores, pequeños funcionarios y grandísimos diplomáticos del Reino de las Letras (véase, si no, el lamentable y siniestro discurrir de los poetas de Tel Quel). Y no digamos nada de la mariconería de la Revolución Rusa en donde, si hemos de ser sinceros, sólo hubo un poeta maricón, uno solo.

–¿Quién? –le preguntaron.

–¿Maiacovski?

–No.

–¿Esenin?

–Tampoco.

–¿Pasternak, Blok, Mandelstam, Ajmátova?

–Menos.

–Dilo de una vez Ernesto, que me estoy comiendo las uñas.

–Sólo uno –dijo San Epifanio–, y ahora te saco de la duda, pero eso sí, maricón de las estepas y de las nieves, maricón de la cabeza a los pies: Khlebnikov.

Hubo opiniones para todos los gustos.

–Y en Latinoamérica, ¿cuántos maricones verdaderos podemos encontrar? Vallejo y Martín Adán. Punto y aparte. ¿Macedonio Fernández, tal vez? El resto, maricas tipo Huidobro, mariposas tipo Alfonso Cortés (aunque este tiene versos de maricona auténtica), bujarrones tipo León de Greiff, ninfos abujarronados tipo Pablo de Rohka (con ramalazos de loca que hubieran vuelto loco a Lacan), mariquitas tipo Lezama Lima, falso lector de Góngora y junto con Lezama todos los poetas de la Revolución Cubana (Diego, Vitier, el horrible Retamar, el penoso Guillén, la inconsolable Fina García) excepto Rogelio Nogueras, que es un encanto y una ninfa con espíritu de maricón juguetón. Pero sigamos. En Nicaragua dominan mariposas tipo Coronel Urtecho o maricas con voluntad de filenos, tipo Ernesto Cardenal. Maricas también son los Contemporáneos de México…

–¡No –gritó Belano–, Gilberto Owen no!

–De hecho –prosiguió imperturbable San Epifanio–, Muerte sin fin es junto con la poesía de Paz, La Marsellesa de los nerviosísimos y sedentarios poetas mexicanos maricas. Más nombres: Gelman, ninfo, Benedetti, marica, Nicanor Parra, mariquita con algo de maricón, Westphalen, loca, Enrique Lihn, mariquita, Girondo, mariposa, Rubén Bonifaz Nuño, bujarrón amariposado, Sabines, bujarrón abujarronado, nuestro querido e intocable Josemilio Pe, loca. Y volvamos a España, volvamos a los orígenes –silbidos–: Góngora y Quevedo, maricas; San Juan de la Cruz y Fray Luis de León, maricones. Los primeros piden hasta en sueños una verga de treinta centímetros que los abra y fecunde, pero a la hora de la verdad les cuesta Dios y ayuda encamarse con sus padrotes del alma. Los maricones, en cambio, pareciera que vivan permanentemente con una estaca removiéndoles las entrañas y cuando se miran en un espejo (acto que aman y odian con toda su alma) descubren en sus propios ojos hundidos la identidad del Chulo de la Muerte. El chulo, para maricones y maricas, es la palabra que atraviesa ilesa los dominios de la nada (o del silencio o de la otredad). Por lo demás, y con buena voluntad, nada impide que maricas y maricones sean buenos amigos, se plagien con finura, se critiquen o se alaben, se publiquen o se oculten mutuamente en el furibundo y moribundo país de las letras.

–¿Y Cesárea Tinajero, es una poeta maricona o marica? –preguntó alguien. No reconocí la voz.

–Ah, Cesárea Tinajero es el horror –dijo San Epifanio.”





Dice el filosofastrillo:


Me encantó.


Ese camino  de vaivén de la ética a la estética y viceversa, ése camino que depende cómo lo cruces te cambia... es muy interesante. Pero deberíamos pensarlo más, es decir: Todo el mundo sabe que el chulo no asusta, el chulo emociona, es la diferencia entre marica y maricón: al marica le asusta el chulo, al maricón no.
El maricón no lo respeta, juega con él, hay un juego de fuerzas todo el tiempo, y aunque sabe que tiene todas las de perder, la emoción y el sentirse con la sartén por el mango (con todo lo fálico que esto pueda insinuar) es suficiente para perderle todo el respeto. Perderle el respeto permite al maricón jugar con el chulo y ser chulo del chulo, un chulo muy a la manera del maricón, un chulo a momentos.
No a momentos como las lucesitas de navidad que parpadean, eso (como todo el mundo que vio los simpsons sabe) llega a hipnotizar, no, estos momentos son momentos que te agarran de repente
momentos espontaneos, esos que se dan como los besos robados.
los besos robados no son besos tronados, esos tronadotes que se dan tan a gusto, son besos que corren de repente. Besos importantes aunque no tan disfrutables, la cosa es saber (cómo en todo lo literario) ¿de dónde viene el disfrute? ¿Por qué se disfruta tanto de la poesía de maricón?

martes, 8 de noviembre de 2011

El Filósofo

¿Qué es un filósofo? ¿Más bien, qué hace un filósofo? ¿A qué chingados se dedica?
Ése es el tipo de preguntas que deberían tratar de responder los que hacen un plan de estudios de filosofía. Cuando yo entré a la facultad leí en el tríptico que una de las misiones del egresado era: «Promover y difundir el pensamiento crítico». ¿Dónde se nos enseña a promover y difundirlo? ¿Qué materia nos permite eso? La única uqe se acerca a eso es «Enseñanza de la filosofía», y , desgraciadamente, esa materia nos la dan filósofos y no pedagogos.

Eso está muy mal, un filósofo nunca nos podrá enseñar de manera adecuada a preparar una clase; a programar un curso de dos semanas o de un semestre o hasta un año; o a preparar material didáctico para enseñar filosofía.

 ¡En fin! No es está la única deficiencia (aunque sí es una de las más importantes). Hay dos cosas a las que se dedica un filósofo primordialmente: escribir y enseñar. No nos enseñan la  primera y TAMPOCO nos enseñan la segunda, no hay un taller de redacción que sea obligatorio y la mayoría de los egresados de la carrera escribimos con las patas. Muy mal, aunque es la obligación de cada quién tomar los cursos y medidas necesarios para la formación integral profesional de cada uno, es indispensable que nos enseñen adecuadamente y que el plan de estudios contemple el desarrollo de estas dos habilidades.

Que enseñar Dos mil quinientos años de filosofía es difícil y complicado, lo sé, ése no debería de ser el objetivo de nuestra carrera, debería ser dar las bases para que el filósofo (que se precie de serlo) continúe con el estudio de esta disciplina de por vida. Por eso no debería de esforzarse en ser exhaustivo el estudio de cada uno de los pensadores que ha vivido en occidente, además, seamos honestos, el verdadero acervo, el fuerte, lo hace el filósofo cuando hace sus investigaciones, así, la primera vez que puede hablar seguro de un tema, es después de la tesis que es cuando ha leído lo suficiente sobre él. No digo que antes no se sepa nada y no se pueda discutir a gusto, pero la especialización en cualquier ramo de la filosofía comienza en la tesis (o antes cuando un tema gusta y se investiga durante toda la carrera).

Pero nos estamos desviando, el tema que me preocupa es ése ¿Cómo promover y difundir el pensamiento crítico? No hay materias que lo enseñen, que nos digan cómo hacerlo.

Una buena idea sería que nos enseñaran medios digitales. Enseñarnos a hacer una página de Internet, un blog, a usar adecuadamente el twitter. La cultura se está modificando rápidamente, es enserio, los libros, las revistas o los periódicos se están a comenzando a leer de una manera muy activa en Internet, en mi caso reviso los encabezados diario en twitter, pero no sólo eso. Deberíamos de hacer páginas que se dediquen a difundir la filosofía o el pensamiento crítico de una manera didáctica y vivencial, algo que afecte e importe la vida de la gente común.

No sólo se trata de llevar la filosofía a las calles, y que la gente se entere y sea afectada y se pregunte y piense, etc... Se trata también de traer las calles a la filosofía, de plantear los términos abstractos en situaciones comunes. Se dice que hay diálogos perdidos de Aristóteles, los cuales hizo para la difusión del pensamiento filosófico de una manera didáctica. Otra vez, Aristóteles fue pionero en algo. Deberíamos aprender de él. Y no sólo eso, se deberían validar las materias de artes (Música, pintura o dibujo, escultura, etc..) y literatura (sobre todo de creación literaria) Ya que son materias que se podrían tomar y que enriquecerían el campo de difusión de la filosofía. Materias de historia también serían útiles para que la gente que se dedique a la historia de la filosofía tenga las armas necesarias a la hora de hacer un estudio histórico-filosófico. Otra asignatura que deberían validar como materias es las lenguas. El filósofo debe, por obligación, hablar muchas lenguas, las más que pueda, y dominarlas bien, pero no se puede esperar que esto lo haga por su parte y en su tiempo libre como si fuera un hobby y no fuera parte de su formación profesional. En fin, nos podemos ayudar de un sin número de disciplinas para poder lograr ese cometido que nos dieron los creadores del plan de estudios y que no han podido hacer que lo cumplamos de manera satisfactoria.

¿Por qué digo que no lo hemos cumplido de una manera satisfactoria? En la calle ¿Cuánta gente sabe lo que es la filosofía, o lo que hacen los filósofos? Muy, muy poca. ¿De quién es culpa? De los filósofos, es nuestra culpa, por el aspiracionismo y los intereses creados que se han establecido en nuestro colegio y que han enajenado a nuestros colegas. ¿De qué hablo? Los amiguismos, los distintos bandos que existen... ¡No puede ser! Somos filósofos, deberíamos ser los primeros en encontrar una manera de trabajar armoniosamente y de la manera más honesta y profesional. Las asignaturas y cursos deberían de obtenerse por medio de los méritos y no por medio del tiempo y años que ha estado alguien detrás de otro alguien laborando sus temas. Es la primera crítica que yo haría al sistema alemán y es la misma que hago aquí.

 Todos sabemos que el sistema de jubilación de nuestra Universidad da una bicoca a nuestros eruditos más importantes a la hora de quererse jubilar, pero la Universidad, la gente y la nación (por más exagerado que suene) necesitan no sólo de la experiencia en la filosofía, sino también de la renovación en sus aulas, de que entren nuevas corrientes de aire a refrescar los salones con ideas nuevas, con una forma de ver la labor del filósofo distinta. Es algo que se necesita, y no se logrará hasta que se repiense nuestro plan de estudios, hasta que la filosofía no sea, en verdad, difundida, promovida, que la gente sepa y respete la labor del filósofo, hasa es momento el filósofo no será reintegrado a la sociedad de una vez por todas.

Es así que yo veo que la filosofía se abre en cuatro campos básicos: historia de la filosofía, crítica filosófica, difusión de la filosofía y filosofía. Un plan adecuado permitiría la especialización en cualquiera de esos campos, además darían un gran curriculum al filósofo, porque, admitámoslo, por más que nos pese los filósofos también comen, también tienen una familia, también se enferman, etc... Y para solventar esos problemas se necesita tener un trabajo.

Entonces veremos que se compartiría un tronco común, el cual permitiría que cada uno de nuestros profesionales desarrollen su campo de la filosofía. El historiador de la filosofía debería tener una adecuada formación como filósofo e historiador para que pudiera saber de buena manera hacer su labor,  el difusor de la filosofía debería poder manejar los contenidos que podrá expresar en las formas y que podrá problematizar, también, según ellas. El crítico filosófico (que es a lo que más se acerca nuestro perfil en nuestra Universidad), también filosofa, sólo que de una manera distinta, en su rigor y el manejo de los diferentes sistemas que problematiza. Al final el «Filósofo», entrecomillado, porque los otros tres pensarían que se le legitima como el único que desarrolla la disciplina, lo cual no es verdad, los cuatro lo hacen, sólo que el filósofo no se atiene a estudiar ciertos sistemas o pensadores, sino que hace uso de cualquier cosa para hacer su labor ¿No es algo que tendrían en común los cuatro? ¿No sería por eso que pertenecerían los cuatro a la misma carrera? La única diferencia que hasta ahorita encuentro entre el crítico filosófico y el filósofo sin apellido, es en el tipo de rigor, el filósofo tiene una rigurosidad que no es la rigurosidad del crítico, sino una muy distinta.

En todo caso, los cuatro deberían tener la clase de redacción, la clase de enseñanza o didáctica de la filosofía, los idiomas, la especialización en un campo de la filosofía, la familiaridad con los medios electrónicos, y al final tendríamos un señor(a) que puede ir a pedir empleo en cualquier institución con un muy envidiable curriculum.

Pero este es un mundo ideal en el que hay un interés y un presupuesto para tal (yo creo que esa familiarización con los medios electrónicos es algo que debería enseñarse en todas las carreras culturales. La cultura se está transformando, El modelo de los derechos de autor ya no nos está alcanzando y más bien nos oprime dentro de los medios electrónicos. Esto debería ser un serio problema que debería estarse discutiendo en todas las universidades que impartan alguna humanidad.) Pero, si no lo hay, si no hay un presupuesto o un interés en esta carrera ¿Para qué existe? ¿cuál es el interés, el fin, el objetivo de una institución que decide meter esta materia? ¿Cubrir un pequeño mercado? ¿Una mera nostalgia de las academias antiguas? La cosa es que existe en nuestra universidad, y me interesa que siga su existencia, yo sí la veo como necesaria y, aun, provechosa. Es por eso que me interesa que el filósofo como profesionista, como miembro de la sociedad, tenga su lugar, que le pueda retribuir a esa sociedad la educación que le dio, que pueda hacer uso de la responsabilidad que tiene como profesional de la filosofía. En fin, sólo espero que esto no termine solamente como el titulo de este blog, como un mero Delirio Chilango.